Sicilia es el nombre de una isla, pero también es el nombre
de una mujer que he conocido hace unos días.
Soy ciega y me he apuntado a un taller de escritura
creativa, porque escribir es la gran ilusión de mi vida. El taxi me deja en la
puerta de la facultad y luego busco el aula con ayuda de mi bastón. El primer
día de clase localicé la puerta del aula, pero no conocía el espacio por dentro
y dudé si dirigirme hacia la derecha o hacia la izquierda, pues no tenía ni
idea de en qué lado estaría la pizarra. Entonces una voz anónima me preguntó si
necesitaba ayuda. Me senté a su lado e iniciamos una breve conversación. ¿Cómo
te llamas? María. ¿Y tú? Sicilia. Entonces nos cambiaron de aula y le pedí
ayuda porque sólo conocía aquella parte de la facultad y ese pequeño cambio
suponía para mí un problema de orientación. Me cogí de su brazo y nos
trasladamos. Sicilia me salvó, porque cuando acabó la clase me volvió a dejar
en el sitio que yo conocía.
Su voz es diferente, desde la primera vez que la escuché me
transmitió confianza. No puedo ver la cara de la gente, pero me hago una
primera impresión a través de la voz y del tipo de lenguaje que utiliza cada
uno. Me sentí bien con Sicilia, porque hay voces que me atraen como imanes y
voces que me producen rechazo. Sin embargo Sicilia me habla y el mundo, aunque
sea por un instante, me parece un lugar más amable.
Maria Sentandreu
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